Kyllene

En silencio

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La brújula ha perdido el norte, el reloj no marca la hora. El corazón se ha quedado vacío de un bostezo.

Paso a paso, la carretera me marca un camino de un único sentido. A cada kilómetro que mis ojos descubren, mi corazón va sintiendo cosas nuevas, va llenando los huecos que el pasado ha dejado al evaporarse.

Es un viaje en el que hace tiempo que tiré el mapa y deseché las presunciones. Lentamente, no sólo estoy descubriendo el mundo, sino a mí misma. No sabía que dormir al raso pudiera ser tan reconfortante pese al frío, ni que las estrellas pudieran brillar con tanta fuerza en un sitio que no fuera mi hogar.

A veces, en silencio, dibujo líneas imaginarias entre ellas, intentando en vano identificar las distintas constelaciones. Nunca lo consigo, pero siempre encuentro algo nuevo en ellas. Pienso, egoístamente, que cambian por y para mí. Todas las noches me enseñan algo distinto para que pueda aprender, con ellas, a renovarme cada día.

Admito que la tentación de mirar hacia atrás es fuerte. Admito también que, quizás, la brújula no haya perdido el norte, sino que te señale a ti. Por ello, prefiero pensar que simplemente está rota, como yo. Pero no te preocupes, el tiempo lo cura todo. Ambas nos curaremos y, entonces, coincidiremos en que hemos encontrado nuestro norte. Mientras tanto, seguiré mirando a las estrellas cada vez que necesite consuelo, pisando nuevos lugares que me hagan crecer, imaginando los distintos finales que pueda tener esta aventura.

Myself

De repente

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Y de repente un día nada es como se supone que debería ser. Tú no eres la persona que pensaste que serías, y el mundo tampoco es como lo imaginaste. Todo lo inocente ha quedado atrás y, sin darte cuenta, ya desconfías con premeditación de todo el mundo, porque ya sabes lo que duelen las traiciones. Tienes ganas de enamorarte pero prefieres no arriesgarte. Tienes ganas de cambiar de trabajo pero tienes miedo a no encontrar nada mejor. Tienes ganas de mandar todo a la mierda pero temes hundirte en ella.

Y de repente un día sientes que has perdido el rumbo, que no sabes si este es tu camino. Ni siquiera sabes si te encuentras en algún camino. Entonces te preguntas a qué estás esperando. Los demás también se lo preguntan. Ojalá lo supieras. Esperas a ser más valiente, a no estar tan sola, a tener dinero, a que sea otra estación. Esperas, porque crees que en algún momento estarás preparada para algo que aún no ves, pero que sabes que se acerca. Esperas, esperas, esperas.

Y de repente un día ves que han pasado los años, que nada ha ocurrido por más que has esperado, porque nunca te sentiste preparada. Entonces, cuando es demasiado tarde, lo entiendes. No hay que estar preparada para hacer todo aquello que deseas. No tiene que ser primavera, no tienes que tener dinero, no tienes que tener compañía y no tienes que ser valiente. Sencillamente, tienes que ser tú. Tú eres tu camino, tú eres eso que esperabas y que no veías. Tú, tú y tú. Y cuando lo haces, cuando te atreves y das el salto, entiendes que siempre estuviste preparada para ser feliz.

Kyllene

El primer paso

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Paseo los dedos por las chinchetas, acariciando con ellos los lugares que he marcado en el mapa. Pienso ir a todos lados y a la vez a ninguno. Pienso caminar, correr, saltar. No me importa tener la cartera vacía, para caminar no es necesario nada aparte del ánimo y la esperanza de que lo que verás a continuación será mejor que lo anterior. Ah, y una botella de whisky, de ese al que le pegas un trago y te arrepientes en el acto.

 

He marcado, sobre todo, pueblos. El encanto de los pueblos no tiene nada que hacer contra el bullicio de las ciudades. Quiero recorrerlo todo, quiero ir despacio y no perderme nada. Quiero tropezar con todas las piedras que me entorpezcan los pasos, aprenderme de memoria cada recoveco que pueda esconder aquello que busco.

 

Lo cierto es que me da miedo emprender este viaje sola, pero sé que es lo mejor, que es lo que necesito. Cuando te sientes perdida, la solución es aprenderse los caminos. Comienzo a quitar las chinchetas, despegándolas del mapa y dejando al aire los pequeños agujeritos que éstas le han hecho. Al final, el mapa que antes había quedado pegado a la pared gracias a la sujección de las chinchetas, cae. Entonces me doy cuenta de algo asombroso. En la pared he dejado marcado el recorrido con pequeños boquetes que forman una constelación muy singular. Los recorro con las yemas de los dedos, sintiendo en la piel el tacto de la rugosa pared. Este es el primer paso.

 

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Kyllene

El resto de mi vida

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Tus pestañas apuntan al techo, como si quisieran dirigirse al cielo. Pareces tan tranquilo así, dormido. Me gustaría delinear con un dedo la curva que forma tu nariz, pero temo que mi caricia te pueda despertar. «¿En qué piensas? ¿Qué estarás soñando?», me pregunto. A lo mejor estás teniendo un sueño increíble o, a lo mejor, estás teniendo la peor pesadilla de tu vida. No creo que estés teniendo una pesadilla, tu gesto está apacible. No obstante, sueles ser tan poco expresivo que puede que sí que estés sufriendo por dentro. ¿Debo despertarte sólo por mi mal presentimiento? Decido finalmente pasar mis dedos por la pálida piel de tu mejilla, delineo despacio la orografía de tu rostro. Podría hacer un mapa de ti, podría dibujar de memoria cada recoveco de tu piel. Podría no irme, no dejarte aquí solo, pero ya he hecho la maleta.

¿Cómo hemos podido perdernos cuando fuimos tan grandes el uno para el otro? No es que te hayas equivocado, ni que me haya equivocado yo. Simplemente, yo no soy la misma. Sonrío, dejando al fin el beso triste de la despedida en tu frente. Lo siento, pero a cada esclavo le corresponde buscar su propia libertad, y tú no eres la mía.

Adiós, me dispongo a buscar un futuro que se convierta en presente, donde -para mi suerte o desgracia- viviré el resto de mi vida.

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Julia

Buscando

Espero que encuentres lo que buscas, me dijiste. Qué acertadas palabras me parecieron en ese instante, en ese pequeño segundo en el que no me detuve a pensarlas. Es algo que podría desearle a cualquiera, que podría decirle a cualquier desconocido por la calle. Y no me equivocaría. Porque aquí cada uno busca algo, a veces sin saberlo, y otras veces teniéndolo muy claro.

Fue entonces cuando analicé tus palabras al detalle. ¿No es acaso cruel desear que una persona encuentre aquello que busca? Yo te buscaba a ti. O creía que te buscaba a ti. Tu búsqueda fue lo mejor que pudo sucederme. Siendo sincera, tu búsqueda fue mi encuentro. Me encontré con una Julia a la que no había tenido la oportunidad de conocer, y lo cierto es que esta Julia me sorprendió con una valentía que no podía imaginar que poseía. Tú me lo dijiste. Julia soy yo y todas las Julias que me componen. Nunca llegaré a conocerlas a todas, y tampoco quiero hacerlo. Yo soy mi mayor búsqueda, mi eterno encuentro. ¿Tú? Tú ya eres un tesoro descubierto, expoliado, pero que no por ello ha perdido un ápice de su valor. Al menos este Alberto. Aún me quedan otros Albertos que conocerte, sólo que ya habíamos caminado las sendas que nos tocaba recorrer juntos. Nos hemos encontrado en un momento difícil, en el que aún no hemos terminado de sanarnos a nosotros mismos. Quizá, en un futuro, volvamos a encontrarnos.

Mientras tanto, seguiré buscando, hasta descubrir si tú eras ese tesoro que buscaba o, si por el contrario, aún queda algo en esta búsqueda que merezca la pena hallar. Supongo que, a veces, ese gran tesoro es la búsqueda en sí. Gracias por haber sido un pedazo de la felicidad de mi vida; gracias por dejarme ser un pedazo de felicidad para la tuya. Ojalá volvamos a encontrarnos en otra estación, en otro tren, en otra vida.

 

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Julia

Que no pase de largo

Los pies, descalzos, sobre la arena; el sol, tibio, entre los dedos; el aroma del mar, de esperanzas saladas, impregnado en tu piel. Que no hay mejor y más soleada playa que la que viste tu sonrisa, que pasaría mis inviernos descalza entre tus desvelos.

Ojalá pudieras verte como yo te veo. El sol se pone en tus ojos de arena y oro cuando me miras, eres miel fundida que descompone todos mis argumentos. Que me das miedo, que haces que quiera arriesgar, apostar. Todos los brókeres están de acuerdo, no debo invertir acciones en este capricho pasajero. Y sin embargo, quiero. Quiero pensar que puedo ganar, que esto me va a dar más de lo que me va a quitar. Si esto es un error, deseo cometerlo. Eres el error del que más quiero aprender; la piedra con la que tropezaré una y otra vez. Serás mi equivocación más acertada.

Y es que ya he tenido suficiente miedo. He tenido miedo de no conocerte, de no gustarte, de no ser suficiente. He tenido miedo de ti, de mí y de nosotros. Que ya sé lo que es el dolor del mal de amor, lo que es cerrar los ojos en la cama, respirar, e imaginar que todo sigue igual. Que, a veces, olvidamos que los flechazos no dejan de ser heridas, y que no siempre nos curamos.

Pero ahora estoy aquí, y dejar que mis miedos me alejen no es una opción. Peor que un mal de amores sería no dar el paso. Así que voy a dejar que pase, y que no pase de largo.

Julia

De por qué me gusta la lluvia

El suelo está frío bajo mis pies. Cada pisada quema un poco. Me da igual, porque nuestras risas callan al frío y el alcohol, a nuestros estúpidos miedos. Hemos necesitado cruzar el mundo para descubrir que el destino nos pondría el universo en nuestras manos.

Los colores de la India se cuelan con el atardecer, dibujando haces de luz anaranjados y amarillos. Me gusta cómo esta tierra enfatiza tus rizos cobrizos, manchados de arena y vida. La música ha pasado a segundo plano, el último tambor es mi corazón acelerado.

He atravesado el planeta para acabar bailando contigo, ambos borrachos y descalzos en un lugar en el que nos miran extraño. En un momento así, feliz, es que recuerdo a mi abuela: las casualidades son el modo en el que Dios expresa su voluntad. Yo no sé si esto ha sido la voluntad de un ente superior o si ha sido el resultado de mi propio esfuerzo, pero ahora mismo siento que he encontrado lo que llevaba años buscando. Al final, ha merecido la pena.

Me he olvidado de qué se supone que estamos bailando, de si es un intento nefasto de vals o si es un torpe -y patético- ritual que nos acabamos de inventar para adorar a la lluvia. Me he olvidado también de por qué lloraba ayer, de por qué muchas veces sentí que mis sacrificios eran en vano y hasta he olvidado que tú, entre todas las personas, eres el único al que le cedo el honor de destruir este momento que recordaré el resto de mi vida. Tú, la lluvia y yo. Quién iba a decir que esos eran los sencillos ingredientes que componían la felicidad.

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Kyllene

La primavera en llamas

Supongo que ya se ha acabado el invierno. Entre tú y yo, queda la primavera en llamas. La lluvia se lleva lo que nunca nos dijimos, y lo que ya nunca nos diremos. Ninguno de los dos sabrá la verdad de lo que ocurrió. En algún punto de nuestra historia dejamos que el hilo que nos unía se desgastara. Y ahora no queda nada entre ambos, nada que sea capaz de volver a reunirnos. Las decisiones que nos separaron son irrevocables, y mientras todo el mundo se compadece de nuestra pobre historia yo sigo pensando que quizás esto no ha acabado mal.

Las palabras que guardé se quedan en mi paladar, escuecen al tragar. Pienso en si te habría gustado escuchar mi verdad, mi mentira. Porque hay mentiras que son verdad, y verdades que son mentira. Normalmente, cuando las parejas se separan, cada parte tiene una verdad que la otra considera mentira. Y viceversa. Es innegable, te quiero. Te quiero porque me diste esperanzas, ilusión, risas. Te quiero porque llegaste cuando ya no me sentía capaz de querer a nadie, rompiste mis reglas y decidiste quedarte junto a este desastre. No me arreglaste, ni intentaste poner orden en mi caos, sino que me aceptaste. Juntaste tus estrellas con mis lejanos planetas, y juntos creamos un nuevo universo. Ahora te has ido, nuestro universo se reduce a la nada. Quédate con mis planetas; yo cuidaré de tus estrellas.

La rueda sigue girando, los días pasando. Cada mañana te pienso un poco menos al despertar, y un poco más al acostarme. Pienso en si me piensas y, pensando, olvido en qué pensaba. De tanto recordarte ya no sé por qué te recuerdo; de tanto intentar olvidarte te has hecho un hueco en la cama de mi olvido. Me has dejado el universo en ruinas, la esperanza en carne viva y  una primavera en cenizas.

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Kyllene

Estaciones

No hace frío entre mis manos, el matcha se encarga de calentar mis dedos. La primavera se hace notar en las gotas que están pegadas al cristal de la cafetería, correteando unas detrás de otras en una carrera interminable. ¿Será que no quieren separarse? Hasta a ellas les duele verse de golpe convertidas en algo diferente, abandonar el cielo para estrellarse contra el suelo; nacer.

Hace sol, pero aun así llueve. La calle está poco transitada para ser domingo por la mañana. Estoy bien, pero aun así incompleta. Primavera en mi interior. Soy el inicio de algo que hace tiempo el frío deshojó y secó. Hoy es un vaso caliente el encargado de recordarme que ya no queda invierno entre mis dedos.

Alguien irrumpe en la visión que me ofrece el cristal. Te veo entre la lluvia. Juego a imaginar tu vida, es algo que suelo hacer cuando estoy aburrida. Lo primero que veo es que eres tan blanca como un copo de nieve. Eres nieve en el desierto. La lluvia parece respetar tu silueta. En apariencia estás intacta, pero yo sé que no. Lo veo en tu mirada concentrada, en tus pasos ligeros pero firmes. Estás huyendo de algo y puede que ni seas consciente de ello. Por un momento, espero ver a alguien detrás de ti, persiguiéndote. No, nadie te persigue. De lo que huyes está dentro de ti. Un pasado que no quiere quedarse atrás. Hasta en el olvido hay huellas imposibles de borrar, ¿cierto?

Bajo la mirada hasta el vaso que se encuentra entre mis manos, con la curiosidad de saber a dónde te diriges con tanta decisión. Eras verano e invierno; yo, otoño y primavera. Juego a imaginar una vida contigo. Enredar mis dedos entre los tuyos por la mañana, verte bailar descalza, tropezar borracha y oír tu risa. Podríamos haber sido el paso de las estaciones, el tiempo que no espera, el sol y la lluvia. Podría.

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